Identidad digital para los aprendices del nuevo milenio
“Todo lo que usted diga, puede ser googleado en su contra.”
La frase corresponde a un meme que circula en redes sociales y que sirve para advertir que todo lo que se hace en la red puede ser conocido y usado por terceros, aunque no tengamos la intencionalidad explícita de que sea así.
Consciente o inconscientemente, los estudiantes (y los educadores también) están construyendo una identidad digital que los acompañará en su vida personal y profesional. Cada vez que suben una imagen, etiquetándose a ellos mismos u a otros están incrementando bases de datos en buscadores y redes sociales. Lo mismo sucede cuando realizan una indagación, publican un comentario, suscriben una causa, marcan un lugar que frecuentan o revelan una nueva relación de amistad.
La identidad digital puede definirse como la información personal o institucional expuesta y disponible en plataformas en línea, que permiten construir una imagen individual de la entidad. Se construye a partir del registro intencionado o espontáneo que producen las diversas interacciones que realizan los sujetos en ambientes digitales. Se trata de una identidad o reputación subjetiva y dinámica que, no estando necesariamente validada, puede producir consecuencias en el mundo real.
La ciudadanía digital, concebida como el espacio virtual en el que se interactúa socialmente más allá de los límites geográficos, temporales e incluso culturales, basa su construcción en la coexistencia de diversas identidades digitales que se relacionan y recrean entre sí. Esto se produce en ámbitos diversos, desde la diversión a través de los videojuegos hasta la colaboración profesional y académica, pasando por un amplio rango de actividades e intereses.
Por esta razón, los marcos curriculares modernos están considerando incorporar en los programas de estudio de educación cívica o formación ciudadana, la gestión efectiva de la identidad digital.
Hay, al menos, tres niveles en que se debieran considerar al desarrollar hábitos para gestionar efectivamente una identidad digital.
1. Identificar los riesgos a nivel de privacidad y seguridad personal
En primer lugar, se deben identificar los riesgos a nivel de privacidad y seguridad personal que una inadecuada identidad digital puede conllevar. En este plano se encuentran el conocimiento de las funcionalidades que permiten protegerse a través de contraseñas y accesos controlados a la información personal, como también el cuidado que debe tenerse en la publicación de datos privados en redes de acceso universal. En un grado más avanzado se deben conocer y manejar las herramientas de gestión de la información que genera la huella digital, en diversos servicios en línea.
2. Construir y gestionar la reputación digital de calidad
En segundo lugar, está el nivel relacionado con la construcción y gestión de la reputación digital de calidad. Esto se relaciona con el manejado adecuado y pertinente del lenguaje y otras formas de expresión de acuerdo al contexto en que se interactúe, como también en la capacidad de reconocer herramientas, plataformas y servicios que permitan enriquecer la reputación e identidad digital.
3. Desarrollar aspectos valóricos y éticos
El tercer nivel tiene que ver con el desarrollo de aspectos valóricos y éticos que permitan una interacción adecuada en los diversos ámbitos de la ciudadanía digital. Esto se relaciona con el respeto a la propiedad intelectual, a la privacidad y al cuidado de las interacciones que se producen en redes sociales y en espacios virtuales de comunicación.
Formar a los aprendices del nuevo milenio en la gestión adecuada de su reputación digital, es parte sustantiva del desafío en la generación de competencias que no se limiten a habilitarlos instrumentalmente en una buena utilización de herramientas tecnológicas. Se trata que los jóvenes puedan contar con recursos que les permitan expandir y ampliar sus oportunidades en el cambiante y complejo mundo que les toca vivir.
Este artículo se publicó originalmente en el portal EDUFORICS
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