Videojuegos y aprendizaje: cuando jugar es algo serio

Todos y todas jugamos, es parte de nuestra naturaleza. Jugamos para encontrarnos con otros y aprender a comunicarnos, jugamos para desarrollar nuestra creatividad e imaginacióshutterstock_154970201n y jugamos para conocer y reconocernos mejor a nosotros mismos.

No es extraño entonces que las nuevas generaciones inviertan una parte importante de su tiempo en jugar. A través del juego, nuestros hijos y estudiantes desarrollan de un modo lúdico y flexible un conjunto de capacidades que serán fundamentales para su crecimiento y vida adulta.

Pero lo que nos inquieta, son los medios que preferentemente utilizan las nuevas generaciones para entretenerse. El mundo sofisticado de los videojuegos responde con recursos complejos y poderosos a las necesidades de recreación de las nuevas generaciones. Nos asombra observar las destrezas que ponen en juego niños y jóvenes frente a las pantallas y al mismo tiempo nos asustan las situaciones inadecuadas que pueden experimentar los jugadores, junto con preocuparnos el impacto negativo que los videojuegos podrían tener en los procesos de aprendizaje escolar.

¿Cómo transformar la experiencia de los videojuegos, en un recurso que apoye el aprendizaje de los niños y jóvenes?

Aunque cada caso es particular y no hay recetas generalizables, hay algunas sugerencias que podemos compartir para enfrentar el reto.

En primer lugar, la prioridad es la seguridad de nuestros hijos y estudiantes. No todos los videojuegos son adecuados para cualquier edad. No todos los que juegan en la red tienen siempre buenas intenciones. Revisar en conjunto la edad para la que está recomendado el título de cada videojuego y establecer cómo se resguardará la privacidad e intimidad es un acción inicial y fundamental, para asegurar que la experiencia del juego sea positiva. También en este ámbito, son importante acordar las reglas respecto a las limitaciones respecto a cuándo, cuánto y dónde jugar.

En segundo lugar, es importante valorar la experiencia de nuestros estudiantes e hijos. Para ellos el tiempo que usan jugando, es un recurso valioso y no una pérdida de tiempo. Durante las sesiones de juego se experimentan emociones que deben ser respetadas y en lo posible valoradas. Para el jugador, superar uno o más niveles es un hito que merece ser reconocido, no superarlo también es un momento que puede generar una buena conversación acerca de lo aprendido y las estrategias que se modificarán en la próxima oportunidad.

En tercer lugar, las experiencias que nuestros hijos y estudiantes vivan en el mundo virtual de los videojuegos deben ser vinculadas al mundo real para que se transformen en oportunidades de aprendizaje y desarrollo. Las acciones, decisiones y estrategias implementadas en el juego se transformarán en capacidades reales, cuando puedan aplicarse a contextos reales. Un adolescente que ha estado diseñando ciudades en un ambiente virtual, aprenderá conceptos espaciales cuando sea motivado a opinar sobre la planificación de los espacios en la escuela, la distribución de los objetos en su hogar o la urbanización de su barrio.

Finalmente, es importante estar disponible para experimentar con las nuevas generaciones participando respetuosamente de sus momentos de recreación a través de los videojuegos. No es necesario convertirse en un gamer, basta con estar disponible a participar de momentos significativos, dejarse instruir por las nuevas generaciones y familiarizarse con el glosario fundamental que genera el mundo de los videojuegos. Se trata de estar disponible para acompañar activamente las experiencias de las nuevas generaciones.

Los videojuegos son parte del fascinante mundo digital que experimentan nuestros estudiantes e hijos. La mediación y aporte de los adultos y educadores sigue siendo fundamental, para que la experiencia les permita crecer y aprender.

Este juego, hay que tomárselo en serio.

Columna publicada en El Dínamo.

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