¿Por qué no tenemos textos escolares digitales en Chile?

Cada vez que se genera una nueva polémica acerca de los Textos Escolares, surgen legítimas opiniones proponiendo como solución la evolución al formato digital, aprovechando la disminución de costos de tabletas y la cercanía de los estudiantes al mundo digital. Parece simple: entregar dispositivos móviles a cada estudiante en los que se incorporan los textos digitalizados y se otorgue acceso a Internet, para que los alumnos puedan acceder a extendidas fuentes de contenidos y herramientas digitales que faciliten sus tareas escolares. Cuentas rápidas señalan que en el caso del sector privado, la inversión en tabletas se podría recuperar en muy poco tiempo, comparando el costo que actualmente tienen los textos impresos. En el sector municipal y subvencionado, la inversión es sustantivamente mayor comparada al valor de los actuales textos, sin embargo pareciera que los beneficios justificarían este esfuerzo.

No cabe duda que llevar la experiencia del texto escolar al mundo digital traerá significativas ventajas, muchas de las cuales se relacionan con el gran desafío de lograr resultados de calidad en los procesos educativos.

No obstante y con la excepción de algunos pilotos y experiencias puntuales, en Chile estamos muy lejos de estar viviendo un proceso de digitalización de los textos escolares.

¿Por qué? En primer lugar, porque se trata de una innovación de envergadura, que requiere una estrategia de mediano y largo plazo que permita una evolución sostenible y responsable de un recurso fundamental para la implementación del currículum. Probablemente, debe comenzarse por etapas de articulación de formatos, donde parte de la oferta de contenidos, actividades y evaluaciones se sostenga en plataformas en línea, que se orquesten claramente con manuales o guías de trabajo impresas y que a su vez cuenten con planificaciones y guías docentes que orienten su aplicación al aula. Tema fundamental es asegurar en los establecimientos educativos, soporte técnico y soluciones de conectividad que faciliten y no entorpezcan la adopción de esta nueva generación de recursos para el aprendizaje. En esta última área aún hay mucho por hacer, incluso en los colegios con mayores recursos económicos.

Y en segundo lugar, porque esta evolución no puede ser solo tecnológica. Se trata de revisar el valor agregado que el mundo digital puede proveer a las experiencias de aprendizaje en el aula e incorporarlo al diseño didáctico de lo que se propone realizar durante el año escolar. En Chile, ya hemos vivido experiencias de dotación de recursos digitales, que al no contar con una propuesta pedagógica clara, terminan siendo subutilizados en nuestras escuelas. Aprendamos de estas experiencias.

No cabe duda que llevar la experiencia del texto escolar al mundo digital traerá significativas ventajas, muchas de las cuales se relacionan con el gran desafío de lograr resultados de calidad en los procesos educativos. Para esto es necesario atreverse, contar con señales claras de la autoridad respectiva acerca de su voluntad de contar con recursos digitales para el desarrollo del currículum y avanzar en sostener experiencias innovadoras en establecimientos educacionales disponibles para la innovación.

Ojalá no nos vuelva a “pillar marzo”, para iniciar esta tarea de mejora de la calidad y pertinencia de los recursos para el aprendizaje.

Post publicado originalmente en El Quinto Poder.

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