13.000 ruedas

¿Qué hago pedaleando un martes en la noche por la Alameda con 6.499 ciclistas más? No pude dejar de hacerme esa pregunta, durante las dos horas que duró la cicletada número doscientos, organizada por el movimiento ciudadano de ciclistas furiosos.

Mientras trataba de mantenerme equilibrado entre medio de esa cantidad impresionante de bicicletas, no podía dejar de observar la diversidad de estilos, modelos y tipos de pedaleros, con los que me tocó compartir circunstancialmente la noche del pasado martes.

El ciudadano tradicional y respetuoso de las leyes, que aún llevo dentro, se preguntaba: ¿estoy en una marcha no autorizada? Y me respondía que, en rigor, no. Porque las marchas se hacen caminando y hasta donde yo sé, no hay que pedir permiso para pedalear por la calle. Como fuese, el poder que da sentirse parte de una mayoría en dos ruedas hacía irrelevante el tema de la autorización, el bloqueo de calles y también la molestia de los miles de conductores motorizados, que por dos horas debieron ceder su monopolio de las calles.

Seguía pedaleando tratando de no chocar con nadie… ni que nadie me chocara. Especial cuidado había que tener con los avezados ciclistas, que en sus bicis y actitud profesional iban ganando posiciones en la cicletada. Había que respetar a las familias, esas que pedalean en grupos protegiendo a los iniciados o temerosos de las dos ruedas. Un espectáculo aparte fueron los diferentes movimientos de ciclistas, que se caracterizaron para el especial momento adornando sus bicis, disfrazados con trajes de fiesta y cotillón y acompañando los 16 kilómetros con cantos, gritos y diversas consignas. Ahí estábamos los que anduvimos en “Mini” en nuestra infancia, los que aman las mountain bike y los cerros, los innovadores en sus bicicletas urbanas plegables, los clásicos en bellos velocípedos de época, los deportistas de siempre en sus modelos de bicicletas ruteras y en posición aerodinámica… sin contar los que prefirieron el monociclo u otras excentricidades.

¿Qué teníamos en común? Las ganas de pedalear, la intención de transformar nuestra ciudad en un lugar más divertido y acogedor, la posibilidad de aprovechar la oportunidad de sentirse dueño y parte de la infraestructura urbana, reservada habitualmente para las congestiones y transportes colectivos. Todo eso y mucho más probablemente.

Lo que me queda claro, luego de pedalear 16 kilómetros por las avenidas más importantes de la ciudad y con otras 6.499 personas… es que es absolutamente posible y factible recuperar espacios urbanos para hacerlos más amigables y seguros.

Probablemente no piensan lo mismo los conductores y pasajeros que debieron sufrir con la congestión de esa noche. Mis disculpas y mi invitación a no perderse la próxima cicletada del primer martes de cada mes. Verán que en dos ruedas, la ciudad se ve mucho más interesante. ¡No se arrepentirán!

Post publicado en MOMWO

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